Entrevista por el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia

 Prohibido pensar diferente: la educación durante la última dictadura militar en Argentina.


María de Lourdes Petruzzelli es docente de Historia, y Lengua y Literatura en la ciudad de Pergamino. A sus 25 años, a la hora de realizar su tesis final para el profesorado de Historia eligió como tema para la misma la dictadura militar de 1976, poniendo énfasis en la educación y las reformas que le fueron impuestas. Esta se encuentra publicada en el libro “Pensar Pergamino desde la historia regional” bajo el título de “El genocidio del pensamiento joven”. También, a sus 32 años, al finalizar su maestría en Literatura escribió su trabajo final sobre la búsqueda identitaria en novelas de víctimas de la última dictadura militar.

-¿Qué te llevó como estudiante a interesarte en la dictadura militar y por qué el 24 de marzo se convirtió en una fecha significativa para vos?

-Para mí fue significativo porque en primera instancia, por mi formación, me interesa mucho la educación, y al ir estudiando descubrí que en aquella época la educación había sido uno de los espacios más restringidos y controlados, creo yo que porque la educación siempre es algo que emancipa, que logra que el individuo pueda crecer y manifestarse. Esto me llevó a reflexionar y a poner el ojo en eso, ya que me llamó la atención cómo en ese momento de la historia la educación se vio como una herramienta que había que controlar para poder ejercer la dominación.

Luego me fui ahondando en el tema y descubrí que, obviamente, la educación no había sido la única esfera de la vida controlada y dominada, por lo que fui investigando lo que había ocurrido en el resto de ellas.

Creo también que ha sido sumamente importante porque a lo largo de la historia de nuestro país tuvimos muchos golpes militares, creo que fueron más de 30, y este, el de 1976, fue el más sangriento, además de que contó en cierta parte con el aval o el silencio de muchos civiles, de personas cercanas a uno. Considero que fundamentalmente es relevante por eso, por el gran número de desaparecidos que se llevó en ese momento la Junta Militar y por lo violenta que fue.

-¿Por qué crees que el sistema educativo fue uno de los principales objetivos de la represión?          

-Bueno, como te decía, para mí la educación es fundamental para el individuo. La educación te permite cuestionar, discutir, argumentar, discernir, es de alguna manera liberadora. Entonces, considero que poder dominar y controlar este aspecto era primordial. Por ejemplo, al ir leyendo yo podía observar como cambiaron los contenidos que se enseñaban en la escuela. Antes existía una materia llamada ERSA (Estudio de la Realidad Social Argentina) que trabajaba temas vinculados con la libertad de expresión, los Derechos Humanos, etc. Cuando la Junta Militar toma el gobierno esa materia fue eliminada, y se instituye en su lugar una materia denominada Formación Cívica y después Formación Moral y Cívica, cambiando completamente los contenidos y dejando de lado los temas acerca de los Derechos Humanos y la libertad de expresión. A su vez, me pareció muy interesante el adoctrinamiento que se realizaba a través de la educación. Se hacían en ese entonces concursos literarios vinculados con el ámbito militar, por ejemplo, “cómo ser un buen soldado”, o visitar bases navales o campos militares para después escribir sobre eso. Hubo un cambio muy profundo en los contenidos, lo cual está relacionado con la idea de adoctrinar desde la formación en la escuela marcando distancia. Era generar un hábito que le aseguraba a la Junta Militar el control.

-Y ante todo esto, ¿los docentes generaron resistencia o la mayoría decidió adaptarse a las nuevas reglas?

-La verdad es que la mayoría se tuvo que adaptar porque, por supuesto, había mucho control, por lo que se sabía que había que arreglar el currículo y lo que se estaba dando en función de lo que se estaba viviendo. Creo que para muchos debe haber sido muy doloroso tener que modificar los contenidos que se tenían que dar y suplantarlos por otros, sabiendo que quizás había temas más interesantes para charlar que una base militar que estaba en tal lugar.

-¿La universidad fue más atacada que otros sectores de la educación?

-Sí, yo creo que sí. En general, los intelectuales, las personas que militaban en partidos políticos o en organizaciones, todos aquellos grupos que mostraron tener un pensamiento libre o cuestionador fueron los más golpeados por la dictadura, porque esta cuestión de la libertad de expresión, de decir, de pensar, de estar en desacuerdo, no iba de la mano con lo que la Junta Militar quería implantar, y no le iba a permitir seguir avanzando sobre los Derechos Humanos de los individuos si no se eliminaban estos focos. Por lo que las facultades, los intelectuales particularmente fueron de los más reprimidos.

-¿Crees que el movimiento universitario actual es igual al de aquella época o ha cambiado con el tiempo?

-No, vinculado a lo que me preguntaste anteriormente, los centros de estudiantes se sacaron de todas las escuelas y universidades porque eran considerados espacios de efervescencia de todas estas ideas que no tenían que diseminarse entre los estudiantes.

Yo creo que después de la dictadura, cuando en 1983 con Alfonsín se restituye la democracia, hubo un período, me animaría a decir hasta los ’90, de mucho temor, porque recién se estaba conociendo lo que había pasado, estaban saliendo a la luz un montón de situaciones y el temor se mantenía latente. Era gente que había vivido en esa época y que quizás luego tuvieron hijos y a esos hijos les fomentaron la idea de tener cuidado, esa idea de no meterse en política porque era problemático. Pasó mucho tiempo hasta que la juventud y las generaciones siguientes pudieron entender que la universidad era un espacio de reflexión, de crítica, de cuestionamiento, que el hecho de que otro piense diferente es completamente válido y enriquece hasta el pensamiento de uno mismo. Creo que inmediatamente al golpe no cambió demasiado. Hubo un momento, podríamos decirle de meseta o de un silencio hasta que se volvió a creer en la democracia y en la libertad de expresión, que podíamos estar en desacuerdo, criticar y generar movimientos de cambio sin el temor a la represión.

-¿El sistema educativo pudo recuperarse completamente?

-Yo considero que sí. Si lo pienso en el medio en el que me desempeño, observo que hay instituciones que aún conservan ciertas reglas en disciplina vinculadas a esa época. En la escuela primaria se sigue formando de la manera que se forma en el ejército; o por ejemplo, en muchos acuerdos de convivencia de escuelas de la ciudad existe todavía la cuestión del pelo y la barba cortos, lo cual tiene que ver con estos vestigios que quedaron de asociar estas cosas con el subversivo.

Sí pienso, de manera personal, que la educación siempre ha sido una herramienta de poder y de control de todos los gobiernos. En esa época fue nefasto, pero considero que la educación nunca es inocente,  nunca es neutral, sino que responde a un modelo político vigente que puede ser bueno, malo, regular, pero siempre responde, busca adoctrinar. Creo que ha cambiado que, por ejemplo a partir de la incorporación de materias como Construcción Ciudadana en la secundaria, se empezó a trabajar mucho más el tema de los Derechos Humanos, se fueron incorporando temas agradables para trabajar con los adolescentes. Pero igualmente queda mucho más por trabajar también en educación para lograr una verdadera libertad de expresión.

-Como docente, ¿crees que la educación debe funcionar como una herramienta para informar y generar conciencia acerca de significado del 24 de marzo?

-Sí, yo creo que se tiene que trabajar mucho. Yo nací en el año ‘84, es decir que nací en democracia y toda mi vida fue en democracia, no viví la época. Aun así creo que es fundamental conocer lo que pasó: toda la censura, las limitaciones, el no poder salir, no poder estar en contra de algo. Todo lo que se hizo en ese momento uno lo tiene que conocer para saber y valorar lo que es nuestro presente, más que nada para que cada vez que se produzca un acto electoral, cada persona que vaya a votar lo haga con ganas, con convicción, sabiendo qué va a votar, porque es la manera de valorar la democracia que no existió en ese momento, la libertad de expresión, la posibilidad de elegir quien querés que te gobierne. Creo que el 24 de marzo es importante por eso también, para valorar nuestra democracia y lo que significa vivir con esta libertad, pudiendo decir lo que uno piensa, pudiendo elegir a nuestros gobernantes.

-¿Considerás que la agenda educativa actual le da el lugar que se merece al estudio acerca de la dictadura en nuestro país?

-A mí me parece que esta fecha tendría que trabajarse un poco más en el ámbito educativo y creo que no es una fecha que deba tenerse en cuenta sólo como una efeméride, sino que a lo largo de todo el ciclo lectivo, en diversas materias, pueda abordarse lo que es la libertad de expresión, la libertad del individuo al poder elegir, todo lo que se perdió en ese momento. Creo que podría ser mejor trabajada en todos los niveles educativos.

-¿Qué podemos hacer los jóvenes para contribuir con ese objetivo?

-Para mí es fundamental comprometerse con el país, lo que significa conocer de política, conocer de política partidaria, saber que líneas tienen cada uno de los gobernantes, saber cómo se formaron, para elegir futuros gobernantes que nos lleven por buenos caminos, a la independencia total de lo que es nuestro país, creo que tendría que ser elemental para lograr el compromiso de las generaciones más jóvenes.


Comentarios

  1. Me gusto mucho la entrevista, con ella pudimos ver otra perspectiva desde los ojos de un profesora y desde los ojos de alguien que no lo vivió pero que sabe mucho de ese tema. Me pareció muy llevadera la entrevista. Te felicito :D

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    1. Hola Denise! Gracias por tu comentario. Me alegro de que te haya gustado la entrevista.

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  2. Muy buena la entrevista Abril. Es interesante ver el punto de vista desde un área tan importante y que tan vulnerada fue en aquel entonces.

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