Diamantes de plástico
Abel Martínez era un exitoso empresario colombiano, dueño de una enorme cadena de hoteles internacionales y reconocido en su país por ser parte de la familia poseedora de uno de los campos de café más grandes de Colombia.
Por su trabajo, Abel viajaba mucho, a veces por negocios y otras simplemente por ocio. Fue en abril del 2019, cuando uno de sus socios de la empresa hotelera lo invitó, con el motivo de festejar su cumpleaños, a pasar un fin de semana en la ciudad de las Vegas.
Llegaron así, un viernes 12, a la despampanante ciudad estadounidense. Apenas se bajaron del coche que los dejó en la puerta del hotel Bellagio, donde se iban a hospedar, se chocaron con la inmensidad de la ciudad: un paisaje cubierto de luces, ruidos de coches circulando, música a toda hora. Las Vegas, con sus enormes casinos, sus interminables paseos de compras, sus shows, y toda su vida nocturna, conquistaba a cualquiera que pisara su suelo.
Al día siguiente era el cumpleaños del amigo de Martínez. Este salió temprano del hotel, y le compró un lujoso reloj para obsequiarle. Llegadas las nueve de la noche, ambos se trasladaron a la sala de reuniones del hotel, donde se realizaría la gran fiesta. Todo era risas, música en vivo, ruidos de copas chocando, era una fiesta maravillosa. Abel, que estaba hablando con unos empresarios neoyorkinos, se disculpó por un momento con estos, y salió del lugar donde se estaba dando la celebración. Fue entonces, caminando por uno de los tantos pasillos del edificio, que se topó con una habitación con la puerta medio cerrada, a la cual decidió entrar. Había un escritorio, una pequeña estantería con algunos libros y una caja fuerte entreabierta. El colombiano, que ya estaba saliendo de lo que parecía ser una oficina, decidió volver a entrar, abrir la caja fuerte y tomar 3 millones de dólares que habían dentro.Puso el dinero en un maletín que encontró, y se fue a su cuarto.
Una vez allí, Abel lanzó los billetes al aire, que se esparcieron por todo el suelo, abrió su valija, tomó un arma que por alguna razón siempre llevaba consigo y, sin pensarlo demasiado, se disparó justo en la sien.
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