El recuerdo
Abro los ojos y estoy acostada en
medio de una pradera infinita, cubierta del césped más verde que vi y de flores
de todos los colores del arcoíris. Me levanto y miro a mi alrededor, no hay
nada. Me doy vuelta y a mis espaldas me encuentro con un hombre muy pequeño, no
debe medir más de un metro, pero parece muy anciano, las arrugas le cortan todo
su rostro y el cabello blanco le llega hasta los hombros. Desesperada, le
pregunto qué me pasó, cómo llegué hasta ese lugar que parece salido de un
cuento de hadas, pero él no responde, es inmutable. Con su mirada clavada en
mí, da un paso hacia adelante y me empuja. Entonces caigo al vacío, a través de
un agujero negro donde no penetra ni un solo rayo de luz, grito pero es inútil,
nadie me oye, así que cierro los ojos y me dejo llevar. Cuando vuelvo a tocar
tierra, estoy en una habitación que no conozco, hace mucho frío, las cuatro
paredes que me rodean son tan blancas como la nieve y en una de ellas, pintado
con rojo, hay un jeroglífico que no comprendo. Estoy a punto de descubrir que
significa el extraño símbolo y, en ese momento, de repente, despierto.
Hacía muchos años que tenía ese sueño,
me perseguía desde la muerte de mi madre. Yo tenía cuatro años cuando ella
murió, y realmente no recordaba demasiado. Mi padre, con quien vivía, me dijo
que una terrible enfermedad se apoderó de su cuerpo, y no pudo resistir.
Extraño tanto a mi mamá, aún la necesito. Cuando ella se fue mi papá empezó a
beber mucho, llegaba borracho casi todas las noches y, muchas de ellas, se
ponía violento y quería golpearme, así que yo me encerraba en mi cuarto para
evitarlo. Era muy difícil vivir con él, pero trataba de no juzgarlo, no
imaginaba el dolor que debía sentir por haber perdido al amor de su vida, y el
alcohol era la herramienta que había encontrado para apagar sus sentimientos y
para llenar ese hueco que la partida de su esposa había dejado. Que equivocada
estaba.
La alarma del despertador no dejaba de
sonar. Me levanté y miré la hora, eran las 7:15 a.m. Me vestí y fui a la cocina
a buscar algo para desayunar. Lo vi a mi papá, como de costumbre, tirado en el
sillón, parecía desmayado, tenía la ropa sucia y el olor a vodka que emanaba
envolvía todo el lugar. Terminé de alistarme y me fui caminando hasta la
escuela.
El día transcurrió con total normalidad.
Después de clases, decidí ir a la casa de Irene, mi mejor amiga, pues no quería
encontrarme con mi padre que debía estar despertándose. Al cabo de unas horas,
me pareció prudente volver a mi hogar, si es que puedo llamarlo así. Ya estaba
anocheciendo, por lo que, para no caminar sola en la oscuridad de esa noche de
invierno, me tomé el colectivo. Me senté en el último asiento y me dediqué a
observar a quienes circulaban por la ciudad. Me preguntaba cómo serían sus
vidas, sí tendrían a alguien esperándolos o si su fortuna sería tan desgraciada
como la mía. El viaje parecía interminable y, en algún momento que no recuerdo
con exactitud, me quedé dormida.
-Nena, levantate. Terminó el
recorrido.- escuché que dijo el chofer a lo lejos. Ya no había nadie en el
micro. Me bajé y empecé a caminar sin rumbo, no sabía dónde estaba ni hacia
dónde ir. Miré en mi muñeca el reloj que había heredado de mi madre, que había pertenecido a mi bisabuela, eran las ocho de la noche. Mi padre probablemente se estaría yendo al bar, como hacía diariamente. Muy desorientada y un tanto angustiada, me senté en el cordón de la
vereda y me eché a llorar. Tenía la cabeza entre las rodillas, y en eso, sentí
algo tibio rozando mi mano. Levanté la vista y vi a un perro negro, todavía
cachorro, lamiéndome. Tenía las orejas largas y peludas, y un ojo celeste y el
otro marrón. Abrí mi mochila para darle algo de comer, pero apenas me moví se
asustó y salió corriendo. Por razones que todavía no logro comprender, lo seguí
unas dos cuadras, hasta que se detuvo en una casa que tenía una puerta de
madera verde, despintada y vieja. Me agaché para acariciarlo y cuando me
incorporé lo vi: en un llamador de ángeles, pendiendo de una fina cadena
plateada, tallado en un círculo de madera, estaba el jeroglífico de mi sueño.
Un escalofrío me recorrió el cuerpo y me invadió una sensación desconocida.
Toqué la puerta una, dos, tres veces, pero nadie abrió. Guiada por la
curiosidad, apoyé mi mano en el picaporte y lo giré suavemente. La puerta se
abrió, el ambiente estaba muy oscuro. Entré, encendí la luz y me vi. Sentada en
una silla, atada de pies y manos y amordazada estaba yo, de cuatro años, con mi
pijama de mariposas. La niña me miraba con sus enormes ojos verdes, estaba muy
tranquila, era como si supiera que yo iba a llegar a liberarla. La desaté y se
acercó a mí, y con una voz calma y dulce me habló al oído. Mi mente quedó en
blanco, mis extremidades no respondían, estaba en shock, invadida por la ira y
la sed de venganza. Los recuerdos se me presentaban como fotografías.
Todavía no sé cómo, salí de allí y
frené el primer taxi que vi, le dije mi dirección y volví a mi casa. Entré y lo
encontré a mi papá, muy ebrio, con un cuchillo de cocina en la mano.
-¿Dónde estabas?- alcanzó a
preguntarme.
-En lo de Irene - le respondí - ¿Qué
haces con ese cuchillo?
-¡Estas no son horas de llegar! –
gritó, y me acorraló en una esquina del living.
Me tomó del pelo y me empujó contra un
espejo apoyado en la pared. Logré hacerme a un lado pero el espejo cayó,
dejando vidrios esparcidos en todo el suelo. Con mi padre prácticamente encima
de mí, tomé uno de los trozos de cristal y, sin pensarlo dos veces, se lo clavé
en el abdomen. Sus ojos parecían mirar hacia la nada misma, su cuerpo, del que
no dejaba de brotar la sangre, cayó hacia atrás, quedando tendido sobre la
alfombra. Respiré profundo y sentí una mezcla de desesperación y alivio. Las
lágrimas corrían por mi rostro. Yo, con dieciséis años, había matado al asesino
de mi madre.
Abril, me gusto mucho tu cuento cuando lo leyeron en clase, hasta se lo leí a mi mama para ver que tal le parecía y también le gusto. La verdad es que llevaste muy bien el tema de la historia oculta y esta me sorprendí con esa revelación. Me gusto también tu forma de escribir, creo que no te cambiaria nada en ese sentido. :D
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